COVID-19 en los pueblos indígenas: visualizarlos es reconocerlos

Meeting of the OECD Global Parliamentary Network; February 26th 2020; Photo : Maud Bernos/OECD
COVID-19 en los pueblos indígenas: visualizarlos es reconocerlos
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Este artículo forma parte de una serie en la que expertos de la OCDE y líderes de pensamiento de todo el mundo y sectores de la sociedad, abordan la crisis del coronavirus (COVID-19), debatiendo y desarrollando soluciones para el momento actual y el futuro. Las opiniones expresadas aquí no representan necesariamente los puntos de vista de la OCDE.

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La falta de datos fiables desglosados en edades, sexo y pertenencia étnica constituye una grave manifestación de discriminación que no permite conocer y hacer frente a la situación de los Pueblos Indígenas. Además, la ausencia de datos confiables sirve como excusa para no reconocer la responsabilidad de los Estados de garantizar los derechos, como en el caso del acceso a los servicios básicos y a la salud.

De acuerdo a los informes elaborados por la Plataforma Indígena Regional, la pandemia encontró a los Pueblos Indígenas en una situación de seria vulnerabilidad. Buena parte de las comunidades se encontraban y están en situación de pobreza; en algunos casos pobreza extrema: sin acceso a servicios básicos como la salud, acceso a agua; existencia de enfermedades previas como el dengue, diabetes, respiratorias y otras; que debilitan seriamente a los pueblos ante la llegada de un virus desconocido.

Descubra más acerca del trabajo de la OCDE sobre comunidades indígenas y desarrollo regional (en inglés)

En estas condiciones, las repercusiones económicas y sociales del Covid-19 fueron devastadoras, tal como lo dijo el Relator Especial sobre Derechos de los Pueblos Indígenas: “los pueblos indígenas están excesivamente representados entre los pobres y sufren tasas más elevadas de malnutrición, a lo que se suman los efectos de la contaminación ambiental y, en muchos casos, la falta de acceso a servicios adecuados de atención de la salud como consecuencia de ello, muchos tienen sistemas inmunológicos reducidos, afecciones respiratorias y otros problemas de salud, lo que los hace particularmente vulnerables a la propagación de enfermedades”.

Sin embargo, una de las repercusiones más importantes que se observó desde un primer momento, fue la falta de información acerca de este grupo poblacional. Es decir, la pandemia develó, de manera pública y transparente, la invisibilización de los Pueblos Indígenas.

La falta de información sobre los Pueblos Indígenas (y de las mujeres, en particular), se expresa de diferentes formas. Por un lado, en la medida que no son sujetos de interés, ni individual ni colectivamente, para autoridades e incluso para centros académicos, no hay preocupación por saber cómo viven, qué hacen, qué falta, que tienen, etc.

En general, las estadísticas oficiales reflejan una invisibilización de los casos de COVID-19 en los Pueblos Indígenas, incluso en aquellos países con alto porcentaje de indígenas entre sus habitantes.

Por otro lado, encontramos la constante violencia epistémica que rechaza debates y consideraciones metodológicas sobre la creación y uso de variables e indicadores con pertinencia cultural y de interés específico para los Pueblos Indígenas.  Aún en aquellos casos en que se encuentra alguna información sobre pueblos y mujeres indígenas, en general la misma se construye desde la visión cultural y técnica hegemónica, sin considerar la perspectiva de los pueblos. 

Existe la tendencia etnocentrista de caracterizar a las mujeres y Pueblos Indígenas por sus carencias y vulnerabilidades, en lugar de sus aportes potenciales y concretos al desarrollo de la humanidad. De esta forma, se victimiza de manera permanente a los pueblos y mujeres indígenas, contribuyendo a consolidar la percepción de que la pobreza es una característica estructural de la población indígena y, por supuesto, de las mujeres indígenas.

En general, las estadísticas oficiales reflejan una invisibilización de los casos de COVID-19 en los Pueblos Indígenas, incluso en aquellos países con alto porcentaje de indígenas entre sus habitantes. La ausencia de datos desagregados por etnia se observa en los cuatro indicadores que deben atender los servicios de salud: personas contagiadas, personas activas, personas recuperadas y personas fallecidas.

Descubre la contribución de Jorge Moreira da Silva, OECD, and Dominique Charron, Vicepresidenta, Programs and Partnerships, International Development Research Centre (IDRC): Counting on Each Other: How can we fight the spread of COVID-19 when half of deaths worldwide go unrecorded? (en inglés)

En el mejor escenario, los reportes incluyen género y rangos de edad amplios. Como se dijo, identificar el origen étnico de las personas y de los grupos en riesgo o afectados, no es una mera preocupación académica; tiene que ver con diseñar políticas adecuadas, precisas y pertinentes culturalmente, y con ejecutar respuestas a problemas y efectos diversos ante la llegada de la pandemia.

La ausencia de datos públicos también restringe el derecho de las comunidades y los pueblos indígenas a la autoprotección. Es decir, desde el enfoque de derechos, la cuestión se traduce en un círculo fatal y perverso ya que al mismo tiempo que el Estado no puede cumplir su obligación de protección, tampoco facilita que los pueblos indígenas pueden ejercer sus derechos colectivos para poder defenderse ante la pandemia.

El efecto adverso de la ausencia de datos oficiales sobre el avance del impacto del COVID-19 en los Pueblos Indígenas, ha sido parcialmente mitigado por los sistemas de información creados por las propias organizaciones representativas de los Pueblos Indígenas, que se alimentan de reportes directos de autoridades y líderes locales. En todo caso, ninguno de estos esfuerzos puede sustituir la obligación, la responsabilidad y los recursos de los gobiernos con respecto no solo a una parte importante de su población sino a una de las partes más vulnerables frente a la pandemia.

Tomar conciencia de la ausencia de datos y estadísticas específicas es muy importante, no solo para entender mejor lo que está ocurriendo, sino porque nos muestra la necesidad de que tantos los Estados como los organismos internacionales tengan un abordaje integral de la situación de los Pueblos Indígenas, una estrategia y programación que atienda toda la situación y no solo algunos aspectos aislados.

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